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miércoles, 28 de septiembre de 2016

LA REALIDAD

Cerrar los ojos, respirar hondo...
Quizás las musas le abandonaron
o el miedo a convertirlas en palabras sinceras
paralizó sus manos, adormeció su cerebro
y dejó en blanco un tiempo de su vida
y en blanco el papel que debía ser,
silencioso y discreto,
testigo de sus emociones.

Todos los poemas nacían y morían en él,
recibidos como una lluvia esperada
y después, resignados a dormirse en el alma,
en el alma castigada a soledad perpetua.
Así pasaron todas sus épocas,
sin conciencia de que nunca regresarían
ni a salvarle, ni a recuperarle de la desidia,
quizás, ni a redimirle de los errores…
hasta hoy, hasta ahora en que ya no confía
ni se apena, en que pasa sus instantes
dejando que ellos pasen por encima suyo,
en qué sabe que no hay ni vuelta atrás
ni ruta hacia adelante.
Se mira al espejo y no se reconoce
o si se reconoce, se hiere
de tanta autenticidad como abarca la imagen.
Y no puede evitar retornar el pasado,
desandar los caminos pisados,
recuperar voces conocidas
que le guíen, sabias, compasivas y con sigilo
hacia su origen, el regazo del vientre materno
el único sentimiento cierto, amante, sensible
que inspiró su primer latido.
LA REALIDAD
M. Teresa Vidal Gisbert
15/09/2016

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