Algunas breves impresiones...
ALEGRIA
ALEGRIA
He cruzado todas las fronteras. Y soy universal.
Pequeño e insignificante cuando contemplo el sol
poniéndose, pero si al final tengo mi vida, las riendas de mi vida, la única
que poseo, que me han dado y utilizo, y
soy libre para respirar, para gesticular,
crezco. Gigante.
¿Para qué he de esperar a estar alegre, cuándo ya no haya
vuelta atrás? Entonces no tendrá mérito siquiera sonreír.
Es ahora cuando quiero estar alegre. Conocerme y
reconocerme en todos mis días, en mis voluntades, en lo que soy y en lo que
quiero ser.
Alegre para aceptarme y dibujar mis formas; para pensar
que nunca regresaré cuando me vaya. Que
ahora estoy aquí, que puedo, que quiero reírme. Y que no voy a prohibir a nadie
lo que yo deseo: VIVIR.
ANONIMATO.
Soy la madre, y todas las madres de todos los hijos que
nacen y llegan, antes o después, amados o sin voluntad de amar, reconocidos y
desconocidos. Y mis cabellos son rubios, o lacios, ondulados o oscuros, largos,
cortos, o simplemente cabellos. Y mi piel es mestiza, o clara, ligeramente
amarilla, negra, blanca, muy negra, muy blanca.
Hablo las mil lenguas de los cinco continentes, me
amparan todos los dioses en un solo Dios, y me recibe la naturaleza en todas
las estaciones del año.
Y cuando llega la frase que me despierta “salir de un
armario”, me recuerdo desnuda frente al
mundo, con mi vientre curvo donde dormía la concepción que fue deseada o no,
pero criatura al fin, y extendidos los brazos donde se marcan las venas,
sabiendo como sé que soy el origen pero no el principio y jamás el fin, el
rumor de una nana me tranquiliza, me reconcilia con toda la humanidad, y mi voz
se pierde sin eco, pero abrigada, y lo declaro a mi hijo, mientras le acaricio:
TU HAS SALIDO DE MI VIENTRE Y YO NO ESTOY HECHA DE MADERA.
DESOLACIÓN
Rodeado de personas, y esta soledad tan sola, oscura, llena
de palabras sordas, de sentimientos ambiguos, más que su propio cuerpo. Porque
él es siempre el que es. No ha de llevarlo escrito en su frente, solo ha de sentirlo dentro. No es
necesario que empuje su vida, sus emociones, sus ideas. Otros no lo hicieron
antes. Podrá mantener su ciencia, sus valores, el virtuosismo de su sensibilidad. No podrá jamás atravesar
un espejo, podrá subir una cuesta. No podrá dibujar un error, porque él no es
un error. Podrá contemplar el mar a través de una ventana. Y nadie deberá
pedirle explicaciones: ¿Por qué ocurrió
contigo? ¿Cuándo empezaste a sentirte así? ¿Eres diferente?...
Pasarán generaciones a través de la historia, nacerán los
genios, crecerán los necios y se repartirán las sombras y las luces. El siempre
tendrá el cuerpo encogido, en el centro de una mar de preguntas absurdas hechas
gentes. Hasta el día en el cual se atreva a levantarse y a gritar: ¡NO ME
PREGUNTES QUE SOY, PREGUNTAME QUE SIENTO!
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