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domingo, 23 de septiembre de 2012

Impresiones.

Algunas breves impresiones...



                                         ALEGRIA

He cruzado todas las fronteras. Y soy universal.
Pequeño e insignificante cuando contemplo el sol poniéndose, pero si al final tengo mi vida, las riendas de mi vida, la única que poseo, que me han dado y utilizo,  y soy libre para respirar, para gesticular,  crezco. Gigante.
¿Para qué he de esperar a estar alegre, cuándo ya no haya vuelta atrás? Entonces no tendrá mérito siquiera sonreír.
Es ahora cuando quiero estar alegre. Conocerme y reconocerme en todos mis días, en mis voluntades, en lo que soy y en lo que quiero ser.
Alegre para aceptarme y dibujar mis formas; para pensar que nunca regresaré cuando me vaya.  Que ahora estoy aquí, que puedo, que quiero reírme. Y que no voy a prohibir a nadie lo que yo deseo: VIVIR.



ANONIMATO.



Soy la madre, y todas las madres de todos los hijos que nacen y llegan, antes o después, amados o sin voluntad de amar, reconocidos y desconocidos. Y mis cabellos son rubios, o lacios, ondulados o oscuros, largos, cortos, o simplemente cabellos. Y mi piel es mestiza, o clara, ligeramente amarilla, negra, blanca, muy negra, muy blanca.
Hablo las mil lenguas de los cinco continentes, me amparan todos los dioses en un solo Dios, y me recibe la naturaleza en todas las estaciones del año.
Y cuando llega la frase que me despierta “salir de un armario”,  me recuerdo desnuda frente al mundo, con mi vientre curvo donde dormía la concepción que fue deseada o no, pero criatura al fin, y extendidos los brazos donde se marcan las venas, sabiendo como sé que soy el origen pero no el principio y jamás el fin, el rumor de una nana me tranquiliza, me reconcilia con toda la humanidad, y mi voz se pierde sin eco, pero abrigada, y lo declaro a mi hijo, mientras le acaricio: TU HAS SALIDO DE MI VIENTRE Y YO NO ESTOY HECHA DE MADERA.



DESOLACIÓN

Rodeado de personas, y esta soledad tan sola, oscura, llena de palabras sordas, de sentimientos ambiguos, más que su propio cuerpo. Porque él es siempre el que es. No ha de llevarlo escrito en  su frente, solo ha de sentirlo dentro. No es necesario que empuje su vida, sus emociones, sus ideas. Otros no lo hicieron antes. Podrá mantener su ciencia, sus valores, el virtuosismo  de su sensibilidad. No podrá jamás atravesar un espejo, podrá subir una cuesta. No podrá dibujar un error, porque él no es un error. Podrá contemplar el mar a través de una ventana. Y nadie deberá pedirle explicaciones:  ¿Por qué ocurrió contigo? ¿Cuándo empezaste a sentirte así? ¿Eres diferente?...
Pasarán generaciones a través de la historia, nacerán los genios, crecerán los necios y se repartirán las sombras y las luces. El siempre tendrá el cuerpo encogido, en el centro de una mar de preguntas absurdas hechas gentes. Hasta el día en el cual se atreva a levantarse y a gritar: ¡NO ME PREGUNTES QUE SOY, PREGUNTAME QUE SIENTO!


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