LAS NIÑAS
ANCIANAS
Niñas
cándidas, de piel suave,
de alma
cándida y suave educación,
niñas
ingenuas, vestidas siempre de domingo,
lazos de seda,
telas de encaje, tul, gasa, zapatos de charol.
Protegidas
bajo el cielo de Barcelona,
con los ojos
brillantes ante la chimenea de la casa de Herzegovina,
regaladas a la
vida ante el misterio de los dulces sueños,
de las cajas
de galletas con perfume a vainilla,
de unos padres
cariñosos,
de un jardín
lleno de árboles, del recuerdo de un colegio de paredes de colores
donde aprender
era fácil y sonreír era sencillo.
Niñas pequeñas
creciendo deprisa,
despidiéndose
de la bondad, de las palabras hermosas,
cerrando
cajas, cerrando puertas, llevándose fotos en color sepia
de una
ceremonia de primera comunión en el Monasterio de Pedralbes,
para luego
recordarla siempre, aunque nunca seria útil para resistir.
Y las niñas
cogidas de la mano, temblorosas,
en el andén de
una estación enorme, encogido
el corazón,
quizás respirando por última vez
aires de
comprensión y piedad:
“Adiós para
siempre a mi casa, a mi patio de juegos y mejillas sonrojadas, y a
mis rostros
amables, a mis días de lluvia
chapoteando y riendo,
y adiós a mi
infancia, inocente y clara;
venderé mis
ideales, mis palabras cálidas,
y la dulzura
que me enseñaron.”
Ellas
crecieron deprisa como mujeres forzadas,
con
sentimientos trabajados y mentiras asumidas
que la prisa
hizo que olvidaran para vivir otras
vidas,
y avanzaron la
historia por encima de
los
sentimientos sentidos y por sentir,
y envejecieron
sin arrugas, dignas hijas de su saga.
Ahora despacio
hacia la vejez, pero niñas en su interior,
reposan entre
las cuatro paredes
de los hermosos
días del recuerdo,
desde la
nostalgia y la misericordia de
todo aquello
que les quitaron
para que no
gozaran.
Porque aun de
breve, fue un regalo del cielo
nacer y
conocer los bellos sentidos
que las
acompañaran, como un esencia, hasta el último camino.
03/11/2012
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