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viernes, 26 de octubre de 2012

DE ADIOSES Y OLVIDOS NOS HEMOS HECHO VIEJOS

DE ADIOSES Y OLVIDOS NOS HEMOS HECHO VIEJOS







Esta noche, en sueños, me visitó mi padre. 
Mágicamente, el no había envejecido, seguía teniendo 47 años, como cuando nos despedimos aquella tarde calurosa de siesta a finales de Junio del 72.
Se sentó enfrente de mí, con su postura habitual, los ojos brillantes y clavados en los míos, las cejas arqueadas, sus manos, siempre tan fuertes y hermosas, cruzadas, una encima de la otra, las uñas limpias y su alianza de casado.
Con el rictus serio, pero destilando bondad por todos los poros de su piel. Y elegante. Muy elegante, como mi madre quería que fuera: su pantalón y su camisa, ambos de color negro, impecablemente planchados, su cinturón de piel, sus zapatos recién lustrados. 
Quise acariciarle el rizado cabello todavía oscuro, como le solía hacer cuando era pequeña, pero con un gesto brusco me lo impidió, marcando una distancia entre ambos, y sin poder escuchar ni por un momento de nuevo su voz, me invitó con su mirada inquieta, penetrante, a que fuera yo la que le hablase, y temblando, le hablé:

El mundo ahora no es como me lo dibujaste: libre, abierto, sensible, coherente, humano…
El muro de Berlín ya no existe (gran visionario, me lo decías) y las ciudades tienen continentes en lugar de personas, y las personas silencios en lugar de palabras.
Tu querido mar continúa siendo el más bello de los cuadros, pero a menudo queremos ensuciarlo, y las olimpiadas del hombre y sus sueños aterrizaron en Barcelona, justo cuando tu amada compañera quiso decir adiós.
El poder político más poderoso del planeta tiene el color negro en su rostro, y tenemos la luna más cerca, las montañas más a nuestro lado, las enfermedades más amigas, y la prisa en las venas, con todos los relojes haciendo un Arco Iris.
Y tu siempre lejos, el más valiente de los caballeros, que quiso borrar todas las fronteras, enseñar al poderoso, aprender del más humilde, que pidió perdón por equivocarse y dar sin pedir, que como un príncipe salido de un cuento imaginó las sorpresas del futuro, cuando aun era oscuro el mañana, y era vacío y sabia amargo.
Y pensabas “La carne viva hace olvidar la carne muerta”.
            Pero se han dormido muchas lunas y treinta y nueve julios vestidos de duelo, y cada vez, añorado hilo de oro, en cada ocasión en que caminan los tiempos y crece todo a su alrededor vuelves a nacer, lleno de tus ideales, de las esperanzas que después todos los poetas quieren bordar en sus hojas de pergamino, con tu cuerpo al lado del cuerpo de la mujer de ojos de esmeralda y vientre de hijos, que luego hemos quedado diseminados y perdidos.
            Y más allá del recuerdo que los vientos puedan borrar, y silenciar tantas ausencias (porque quedaron enterrados los doce años de aquella muñeca de trapo esperando que llegara un septiembre) debajo del limonero del jardín de la casa perdida, allí estáis los dos enamorados, bella pareja de cómplices, amos de un mundo irreal, reposando, respirando toda la historia que ha nacido de la historia, de las piedras que otros han pisado, escuchando como marchan las horas, como regresan…
            Y nada puede morir de lo que tu hablabas que yo entonces no entendía y ahora sé, ya que todo comienza con cada tormenta, donde quieres enseñarme a jugar con las plumas de plata que hacen los rayos, traviesos, queridos desde la infancia, tu y yo sentados en las sillas de madera y comiendo caramelos.
            El mundo no es ahora como tú me decías, pero volvería a vender mi espíritu porque las cuatro estaciones me trajeran, como una prueba de vida, todos tus suspiros hechos palabras en un beso pero desde tus labios con color. Y poder acariciar una vez más, solo una vez, tu piel, tan limpia, tan blanca, tan suave, y decirte flojito, cerca del oído, todo tú nombre entero, abarcándote:
¡PAPÁ!

          Cuando terminé de hablar, mi padre levantándose de su silla se acercó hacia mí sonriente, acarició mis mejillas, y con su dedo índice perfiló delicadamente la línea de mis labios, que aun temblaban… y entonces me desperté.
          Pero esta noche, en sueños, sé que me visitó mi padre.


                                                                                      Mayo, 2011

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